Detente, juventud.
No te vayas y espera,
que si te vas ahora
y en la vejez me dejas,
no habré de saborear
como siempre quisiera
la dulcísima miel
de mi joven quimera.
No te marches aún.
Haz que el tiempo detenga
su destructora obra
sobre las cosas nuevas
que han nacido de mí
como un milagro, espera,
que quiero liber el triunfo
antes de que envejezca.
¿Tu crees que te pido mucho,
juventud? Pues no lo creas
porque no te pido tanto.
Tan sólo que te detengas
unos meses en mi rostro
y muy pocos. ¿Qué te cuesta
alargar un poco más
la inexorable encomienda
que tu tienes que cumplir
aunque nadie la desea?
¡Oh! detente, juventud,
sólo unos meses y espera
a que vea realizada
mi más juvenil quimera.
Ya después, sigue tu curso,
que te sonreiré aunque vea
que me has dejado en el rostro
las más implacables huellas.
Autor: anónimo.