La sonrisa es la hermana tímida de la risa, es el gesto silencioso que nos acoge con benevolencia y nos transmite un sentimiento de seguridad y bienestar. Pero, tanto la risa como la sonrisa parecen haber huido de nuestras vidas. Desde que el día amanece pareciera que las personas se ponen su escudo de adustez e indiferencia en el rostro, pues suponen que esto los protegerá de cualquier irrupción en sus vidas privadas.
Aprendamos en primer lugar, a reírnos de nosotros mismos, luego riámonos de las situaciones que nos afligen, sigamos haciéndoles frente con serenidad y una buena dosis de alegría, saquemos a relucir nuestro escudo de seguridad, confianza y mucha, mucha alegría.
Tu pequeña sonrisa reflejada a través del espejo,
tus manos toman mis manos con la mirada
y nos hablamos con los labios cerrados
desde nuestra alma con susurros de plata,
y poco a poco me agarras hacia tí.
Tu pequeña sonrisa se queda en mi alma,
el tiempo detenido en un tiempo que no acaba,
nos agarramos despacio en una caricia larga,
el tiempo se detiene en la almohada
de un abrazo, anclado en la nada.
Un abrazo que agarra tiempos agotados,
unos besos que traspasan otros besos,
una tristeza siempre en la mirada
dibujando con el color del viento sonrisas enlazadas.
Y mañanas, siempre habrán otros mañanas
para nuestros corazones agarrados,
unas palabras, unas sonrisas, unas miradas,
que quedaron agazapadas, ahí, en nuestra alma.
Tuvimos que decir adiós
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